Rafael Sánchez Cárdenas
Después de la crisis electoral de 1994 y el cambio de las reglas electorales dominicanas, que obliga al ganador de las elecciones a obtener 50% más uno de los votos válidos emitidos, construir esa mayoría electoral es un imperativo político. Nadie cruza la meta sin pactar con otros en cantidad suficiente para ganar.
Danilo Medina lo ha tenido claro desde el principio. Primero, en su partido desarrolló una línea política propositiva, alejada de lo personal y enfocado en un discurso social tan necesario como realista. Pensado, trabajado, reconociendo a todos como necesarios para el triunfo y respetando a sus competidores internos, pero arrastrando tras de sí a amplios sectores de la sociedad civil, encantados con su discurso. Así logró articular el primer tramo de la campaña, unificando a su propio partido. Limando asperezas, como dicen algunos.
Paso seguido, movilizando al sector externo que le acompañaba, presentó al país su enfoque, sus propuestas, en una labor casi pedagógica frente a todos los sectores sociales y productivos. Poco a poco fue convenciendo a la gente de la pertinencia de sus ideas y de su candidatura. Y entre ellos al conjunto de los partidos y movimientos que integran el llamado Bloque Progresista con quienes ha venido firmando, uno por uno, la reedición de los acuerdos con el PLD.
El último ha sido la firma de la Concertación Patrióticala Concertación. Fue
Con esta firma y Concertación queda clara la lógica ganadora en los procesos electorales dominicanos: hay que construir las mayorías electorales para ganar y que para eso se debe ser prudente desde el inicio del proceso, respetando a todos, unificando a todos y motivando a todos para la victoria.
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