lunes, 25 de febrero de 2013

FIEBRE DE ORIGEN DESCONOCIDO

Por: Sergio Sarita Valdez

  Dice un viejo refrán campesino que una cosa piensa el burro y otra quien lo apareja. Cuando a un paciente le sube la temperatura éste percibe una desagradable sensación de calentura; su inmediata reacción es la de tomar o aplicarse algo que le reduzca o elimine la hipertermia. El médico competente antes de recetar el antipirético se pregunta el por qué del síndrome febril. Y es que el síntoma expresado por el enfermo como queja, y comprobado por el galeno como signo mediante el termómetro, es solamente una señal de que algo mal anda en el cuerpo de la persona. El aumento de generación calórica por la maquinaria humana y el consiguiente calentamiento de la piel representa una banderita sensorial parecida a la luz o aguja termostática del automóvil que obligan al dueño o conductor a consultar con el mecánico, a fin de corregir la falla en el motor. A mediado del pasado siglo cuando un trabajador montecristense sentía escalofrío, seguido de calentura y sudoración profusa recurrente, se le hacía una prueba de sangre, al tiempo que era medicado con Aralen, puesto que en nueve de cada diez casos el diagnóstico resultaba ser una malaria o paludismo. Si la hipertermia se acompañaba de cólicos abdominales y diarrea entonces se indicaba cloranfenicol ya que las probabilidades apuntaban a una tifoidea. Si las fiebres aparecían de tarde o de noche, durante meses, aunadas a pérdida de peso y una gripe persistente, entonces el desafortunado era referido al sanatorio antituberculoso. Tal como el discípulo hipocrático indaga cuál es la enfermedad de base que está siendo la responsable de las quejas que expresa su paciente, así debieran actuar el economista, el sociólogo y el político con los síntomas y signos que aparecen en el cuerpo social de la nación. Cada vez que emerge una queja, en vez de ocultarla con paliativos, o simples calmantes, lo saludable fuera investigar el motivo u origen del malestar, a fin de corregir el defecto en su raíz y no en la rama. Podando el arbusto o la yerba mala no liberamos el sembrado de la maraña que impide la buena cosecha. Si aplicamos la metodología de las ciencias médicas al campo financiero preguntaríamos ¿conocemos las raíces de los recurrentes déficit fiscales que crónicamente ha venido padeciendo la nación? ¿Por qué es ahora cuando abrimos los ojos ante el leonino contrato de la minera Barrick Gold Corporation? ¿Qué es lo que no se ve en la turbia apropiación de los terrenos de Bahía de las Águilas? ¿Cuáles serían las razones que hicieron de la cantante Martha Heredia un vehículo transportador de drogas ilícitas hacia el exterior? Probablemente no interese indagar sobre las verdaderas razones de estas cosas, a sabiendas de que la respuesta no será la simpleza de la malaria, la tifoidea ni de la tuberculosis. Se trata de un cáncer que ha hecho metástasis en el cuerpo social de la república, y ese mal no se cura fácil. Para colmo, perdimos a uno de nuestros mejores cirujanos oncólogos, el Dr. Eduardo Segura. Por otro lado, el oro que nos queda ya no da para comprar la batería quimioterapéutica que el caso demandaría.

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